Desde el año 1198 en que San Juan de Mata funda la orden Trinitaria, el fin primordial de la misma fue la redención de cautivos sin armas ni violencia. Es San Juan Bautista de la Concepción quien recibe de Dios nuestro Señor, la tarea de reformar la Orden en el año 1599 buscando nuevamente el espíritu que llevó a crearla cuatrocientos años antes.

La sociedad han cambiado desde entonces hasta nuestros días con evidencia en avances tecnológicos y científicos, pero nos siguen azotando distintas formas de cautiverios, que nos ahogan el alma y destruyen la bondad intrínseca que todos portamos en nuestro interior. Es precisamente en ese espacio de oscuridad donde los hermanos de la Orden de la Santísima Trinidad realizan su labor de redención y ayuda a los más desfavorecidos. 

En las cárceles, en las misiones de países tercermundistas, en los barrios donde la miseria y la droga campan a sus anchas, siempre hay un hábito con la cruz trinitaria como símbolo de luz y esperanza.

Ese precisamente es el espíritu que nos llama a solicitar la Carta de Hermandad de la Orden Trinitaria, y como no, la tradición que existe desde el año 1681 en que los hermanos Trinitarios «rescatan» la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, sustraído de la iglesia del fuerte de San Miguel de Ultramar y retenido por el sultán Mulay Ismail en la ciudad de Mequinez. 

Pagaron por el rescate de la Bendita Imagen de Nuestro Señor treinta monedas de oro y desde ese justo instante le fue impuesto el Santo Escapulario de la Orden como si de un redimido más de las terribles cárceles del norte de áfrica se tratase. Ese es el por qué de que muchas Imágenes de Jesús Cautivo, porten sobre su pecho el distintivo de la Orden y ese es el sentido que nos llevó a buscar la trascendencia que supuso adoptar «el Carisma Trinitario» ochocientos años después de su fundación y que recibimos el 20 de Septiembre  de 2014 de manos del Ministro Provincial D. Luis Miguel Alaminos Montealegre pasando a formar parte de la Confraternidad de Hermandades Trinitarias.